Noticia tomada del portal web de El Telégrafo
Hoy habrá un recorrido por las cinco parroquias de la Ruta Escondida, además del festival. El repositorio incluye piezas arqueológicas recién encontradas, y está ubicado junto a la iglesia.
El XIII Festival cultural y turístico de la Ruta Escondida se celebra entre cinco parroquias norcentrales de Pichincha e incluye un recorrido que se hará hoy, a caballo, siguiendo las huellas que dejaron en La Colonia los contrabandistas de licor.
Música, danza, teatro y caminatas son parte de las celebraciones que, cada año, se alternan entre Perucho, Puéllaro, San José de Minas, Atahualpa y Chavezpamba, cada una de las cuales tiene sus productos, historia y prácticas particulares.
La última de estas poblaciones mantiene una Iglesia tricentenaria cuya estructura de madera, propia del sector, constituye una joya arquitectónica. Fue construida entre los años 1650 y 1700 y, en su interior, son visibles las columnas-árboles de especies vegetales extintas y otras partes reconocibles, de robles y cedros.
El templo suele ser parte de los recorridos durante los cuales se recuerda que la Encomienda llamada San Miguel de Perucho fue el enclave que se levantó en los caseríos ancestrales de la zona, entre 1542 y 1546.
Debajo del piso hay gruesos durmientes que además funcionan como una suerte de cámara de oxigenación, explica el docente y periodista César Cárdenas, vocal del GAD Perucho.
“La duración de la madera se debe a que fue cortada durante ciclos lunares específicos por nuestros sabios antecesores”, dice el maestro peruchano.
Tras el altar de la iglesia hay un pequeño museo que alberga varias piezas patrimoniales. Hay antigüedades como una gran paila de bronce, donada por “Guadalupe”, según su inscripción, fechada en 1880; campanas de los siglos XVI y XVII; clavos que fueron usados en la edificación y hasta la llave de la puerta original del templo.
Se conserva un Registro de defunciones y matrimonios de 1775 y un melodio del siglo XVIII. Pero se muestran algunas obras de arte de la Escuela Quiteña (tres representaciones de Cristo: la “Negación de Pedro” o “El Señor del Gallo”; “El Señor del Mundo” o “Cristo Salvador” y “El Señor de la Justicia”) una de las cuales tiene las señales estéticas de Caspicara (Manuel Chili, 1723-1796).
Las figuras llegaron a Perucho como un obsequio del expresidente Gabriel García Moreno (1821-1975) a “los tres Manueles” (Castelo, Alfaro y Cifuentes) que, luego del terremoto de 1868 en Ibarra, reconstruyeron la iglesia y devolvieron el presupuesto sobrante al gobierno. Por ello, una placa conmemorativa con sus nombres se mantiene en el parque central.
El Museo de Perucho
Una investigación arqueológica realizada entre 2016 y 2018, en la Ruta Escondida, dio lugar al museo que abrió a inicios de abril, en Perucho.
La guía peruchana Pamela Cabezas cuenta que se hallaron vasijas, fragmentos de algunas piezas, carbón, tejos y semillas durante la excavación que hicieron los arqueólogos Gabriela López y Estéfano Serrano. Los periodos temprano, formativo, de integración, tardío, inca y colonial están representados en el repositorio.
La cultura Caranqui tuvo asentamientos en Perucho y en ellos se hallaron ollas zapatiformes o vasijas de la cultura Cosanga, que se exponen reconstruidas. Los primeros se organizaron en señoríos y sus cacicazgos que se extendían desde el río Mira al río Guayllabamba.
Una de las piezas (la olla con asas que está en el logo del museo) fue donada de una colección privada. La estética de vasijas anteriores a la invasión inca es visible antes del periodo colonial.
En 1767, la orden Jesuita fue expulsada del territorio peruchano y otras partes del país, por lo que terratenientes y hacendados tomaron su lugar y cultivaron, entre otros productos, la caña de azúcar con la que elaboraban panela y aguardiente, esta última prohibida. Pero arrieros y mulas contrabandearon el licor a través de la Ruta Escondida, que hoy es un atractivo turístico que integra a las parroquias aledañas.
El Señor de la Caña, o de la Buena Esperanza, es negro y era el patrono de las razas, concluye Cárdenas.